Los cambios corporativos obedecen a las exigencias y variaciones
del entorno, pueden ser nuevos mercados, nuevas oportunidades, nuevos
competidores, transiciones económicas, surgimiento y avances de la tecnología,
la ciencia, entre muchos otros. Lo cierto es que estos cambios han puesto a las
organizaciones en la necesidad de comenzar a adaptarse y a reinventar la forma en
la que operan.
La cultura organizativa viene cargada de historia
que a pesar de hacer que las organizaciones se llenen de vicios y hábitos que
no siempre son los más adecuados, si analizamos varios antecedentes, se puede
obtener un gran aprendizaje en cuanto al rumbo que la reprogramación de la
cultura organizacional debe tomar.
La historia nos dice que se deben orientar las
organizaciones a ofrecer una mayor
calidad de servicio, lo cual se debe hacer con creatividad, participación,
comunicación horizontal, y sinergia. Suena fácil pero a la hora de ponerlo en
práctica nos damos cuenta de que no es soplar y hacer botellas. Se necesita
hacer una reprogramación en la forma de trabajo de muchos empleados y
empleadores para poder asumir ese desafío y sobrepasarlo con éxito.
Si la nueva cultura organizativa
está avocada a ofertar un mejor servicio, debemos suponer que una de las claves
para alcanzar esa meta es el capital humano. Las personas comienzan a ocupar un
lugar central en las organizaciones, se les debe dar un rol más participativo
en la toma de decisiones, se vuelven indispensables las reivindicaciones
laborales para eliminar estrés y tensión en los empleados, tomar en cuenta las
consideraciones humanas, y muchos otros factores que ayuden a los trabajadores
a estar cómodos y satisfechos con su empleo, desarrollando su sentido de
pertenencia hacia la organización.
Con valores, dejando el protagonismo
a un lado y la sinergia en los equipos de trabajo, se podrá formar una cultura
organizativa beneficiosa y positiva para la empresa.
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